Aquí pongo otra parte del artículo del canarias7 sobre las salinas de nuestra isla. La foto es de las salinas de Arucas.
En Arinaga, Manuel Viera vende la sal por sacos «a quien venga» y es el último salinero de una varias generaciones. Su madre y su abuelo murieron allí y antes de nacer ya andaba entre los tajos. Su hermano Domingo le echa una mano, pero hoy en día no tiene relevo. A sus 75 años amanece cada día en el ingenio situado junto al puerto de Arinaga y «tempranito» abre y cierra canales de regulación, corta y amontona montañas de sal. Carga la carretilla y hace circuitos sobre los puentes de la ingeniería de piedras, barro y agua de mar del campo que cultiva. «¿Con la gente de hoy quién cuenta?», responde cuando le preguntan quién seguirá trabajando en estos charcos cuando no pueda continuar. Aunque confía en que la Mancomunidad del Sureste haga un taller de empleo para jóvenes de la comarca, opina que «ese trabajo no se estudia, hay que aprenderlo aquí, hay que mamarlo en los tajos».
Sí, para que las salinas no desaparezcan con los últimos salineros, la Mancomunidad del Sureste ha solicitado al Gobierno regional que financie un taller de empleo para formar durante un año a 15 jóvenes de la comarca, cinco por municipio, como profesionales del cloruro sódico para lo que, además de clases teóricas, harán prácticas en las salinas de Tenefé.
La sal que producen las salinas grancanarias es comprada por panaderías, queserías, hoteles y particulares, sobre todo, que la emplean en la producción de derivados de la harina, la fabricación de quesos y la desinfección de piscinas.
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